La lengua, al compás de la música
Para todos los amantesde la música, el canto, el baile… y la palabra.
La música, comootras actividades humanas, ha incorporado a la lengua coloquial unas cuantasexpresiones, que utilizamos con frecuencia, sin ser conscientes de su origen. Con muchas de esas expresiones vamos a orquestar este artículo, sin lastimar a nadie y con la intención de que el resultado no sea algo sin ton ni son.
Los españoles, con frecuencia,estamos para músicas, fiestas..., yhasta para tirar cohetes, aunque no queramos vivir en un país de charanga y pandereta.
Compás de espera... Silencio. Comienza la actuación. Salen a lapalestra los instrumentos de una orquesta muy especial. ¡Música, maestro! Comonuestro concierto es hoy peculiar, siempre hay alguien que quiere darla nota o le gusta serun notas, alguno incluso está como unas maracas (no sabemos si las de Machín).Seguramente haydespistados que no saben qué cuerda, qué tecla, quépalillo hay que tocar. Pero, en caso de duda, es mejor tocartodas las cuerdas que tocaruna sola.
El pito y la flauta, cobranespecial protagonismo, aunque no hay quedar por el pito más de lo que el pitovale, ni por la flauta, pues tañe flauta quien no puede arpa.Parece que juntos formanuna pareja bien avenida. Pero hay gente en esta orquesta que no toca ni un pito, cosa quesiempre es mejor que perder el tiempo entrepitos y flautas, o encontrarse con lo que no se espera, comodecía el poema gongorino: cuando pitos, flautas; cuando flautas,pitos, porque entonces todosaldría al revés, por pitos o por flautas, salvo que sonara la flauta por casualidad.
¡Pobre flauta, tan modosa ella,
y en boca de todos por su amistad con el pito!
Tampoco nos gustaría que nos tomaran por el pito del sereno,máxime en una época en que ya no existen los serenos, salvo que ese menospreciode los demás nos importe un (tres) pito (s) y sigamos dedicándonos a nuestrosdevaneos o pitos flautos.
Pero parece que en ese matrimonio entre pitos y flautas, estas van tomandocada vez mayor protagonismo, aunque no siempre el protagonismo sea visto deforma positiva. Quizá porque en elmomento actual proliferan los quepretenden solucionar los problemas de forma mágica y rápida como elflautista de Hamelín.
Desgraciadamente,la magia de aquel flautista no se llevótodos los males, por lo queaparecen en nuestras calles otros flautistas más modernos, los perroflautas y los yayoflautas, estosúltimos, ancianos que han hecho sonar en las calles, sus pitos -los que pitan deverdad- para defender el futuro deaquellos que en un pasado no lejano se ilusionaron con el cuento de los hermanos Grimm. Ylas pitadasse han convertido en la nueva sinfonía urbana. Incluso algunos han optado porel desnudo y han salido a la calle enseñando el pito, o chillando con voz de pito, descansando a veces para echarseun pito.
Pero, como hay gente para todo,hay algunos que son alegres como cascabeles, están tan contentos como unas castañuelas y van por la vida como Mateo con su guitarra, siempre que tengan uña para esa guitarra. Sisu comportamiento es atinado, diremos que estánen solfa pero, en cambio, se pondría en solfa ser comouna guitarra en un entierro, porestar fuera de lugar, otocar la solfa a alguien, porque estaríamos golpeando a esa persona ohaciéndola objeto de bromas.
Sí que tendría bemoles, en cambio, que el que llevala batuta perdiera el compás o el diapasón. Si la actuación notiene ni orden ni concierto, siempre queda la posibilidad de buscarcomo excusa una mentira como un piano o que nos dediquen una pitada y nos echen con cajas destempladas. Perosi estamos patituertos, dirían denosotros que estamos corneta, y no podríamos salir pitando.
Cuando se trata de tenertrompasinsermúsico, ni insecto oelefante,quedabien paraFalopio yEustaquio, peroesalgo mal vistopara quienestá trompapor bebersin orden, o sea,atrompa y talega.
Sia un toque de trompeta–tururú trompeta-nos ponemostararí,nos pueden tomar por locos y decir queestamos como cencerros; decir quetocamos elviolín,paraacusarnos de no hacer nada de provecho, o decir que somoscoplerosoverbeneros, por poco serios o bulliciosos.
Cualquier cosa es aceptable,menos que nos consideren despreciables y nos llamentrompetas,que nos critiquenporque molestamos o decimos mentiras porcantar jácaras, o que sugieran que nosapropiamos de lo ajeno asegurando quetocamos el pianoy, además, que lo hacemos sigilosamente,a cencerros tapados.
Uno de los instrumentos musicales más presentes en esta peculiar orquesta lingüística es el bombo.Se puede convertir en el vientre de lamujer embarazada, que tiene mucho bombo o a la que alguien le ha hecho un bombo. Otros sedan bombo para presumir, aunque no se sabe muy bien de qué presumen, por lo que terminan siendo ellosmismos unos bombos, por su comportamiento atolondrado.
El pandero parece sentir envidia del bombo, y se suma a la orquesta, pues quien tiene dineros, compra panderos, pero cuando looímos sonar no siempre es un instrumentomusical, puede referirse a un orondotrasero o a una forma de calificar almajadero. Así que, cuando entre necios anda el juego,bombo y pandero, forman un buen dueto.Pero, ¡misterios del idioma!, si queremos dar unos azotes en el pandero,preferimos la expresión zurrarla pandereta.
A veces lo dezurrar a alguien adquiere unas dimensiones más graves y universales, y suenan tambores de guerra. Pero como la música amansa a las fieras, conviene que alejemos esos tambores conbombos que silencien las bombas, porque, ¡zambomba!, queremos que nuestroconcierto suene a bombo y platillo, pero que acabede forma pacífica y triunfal, o sea, con tamborbatiente o como tamboril en boda y, si en esa boda nos sirven un suculento timbal, nos entrarán ganas de tirar cohetes.
No siempre es lo mismo usartamboril por gaita.Solo podemosalargar la gaitaosacar la gaita, para que, estirando el pescuezo, veamos mejor lo que hay a nuestro alrededor.
¡Estas gaitas no queremos que nos dejen! |
Pero a veces esuna gaita tener que hacer algo que nos desagrada, lo que nos lleva a exclamar: ¡déjame de gaitas!,o a mostrar inferencia ante algo que nonos interesa diciendo: ándese la gaita por el lugar. Cuandoestemosde gaitas, porque nos sentimos muy alegres, nuestra actitud no debe molestar a nadie, por eso es necesariocon frecuencia templar gaitas para no contrariar a los demás.
El arpa tampoco queda fuera de nuestra orquesta. Es un instrumento consideradofino, pues, como decíamos,quien no puede tocar el arpa,toca la flauta, pero,siempre debe ser nueva, porque el concierto puede acabar de forma“des-concertada” si lo oímos tronar como vieja arpa. Sus cuerdas estarán silenciosas para la mujer carente de amores, porque una mujer sin amor, arpa sin cuerdas.
A la música se incorpora, con frecuencia, el canto, porque hay alguien que da el do de pecho, pero no nosgustaría que diera el cante.Se puede cantar a pleno pulmón, llevar la voz cantante, pero estaríafeodar una cantada. Tampoco sería apropiado cantar mientras se come, pues quien come y canta algún sentido le falta.
Todo debe estaren sintonía, para ser algo sonado, que no es lo mismo que estar sonado.Todo va bien hastaque alguien no comience a dar la matraca, la murga, la monserga, la lata, la barrila, la tabarra o laserenata. Todo juntopodríaser la traca.
Y ya puestos a cantar, sepuede hacer un canto a algo para exaltarlo, pero también se pueden cantarel gorigori, el trágala, las cuarenta, la gallina, pero ningún canto es tanmalo como el canto del cisne, sobre todo, si va seguido de cantar el kyrie eleisón. Si queremos que sea otro cantar, -a nueva canción, nuevo contrapunto-, tendremos que tomar algo a chirigota oentonarel alirón, que es canto de triunfo, porque todo ha sido parael equipo coser y cantar.
Pero ¡ojo a los cantos de sirena!, que nonos vengan con canciones, pues quien la copla te canta, ese te la planta, sobre todo, si anda el dinero por medio, que,por dinero, canta el ciego y baila el perro. Ytambién por la comida, pues donde tengo yo mi yantar, allí me oirán cantar.Además, volver siempre con la mismacanción no suele conducir a cantarvictoria. Si hay que explicar algo,es más creíble siempre si se explica con canto llano.
Cuando se habla con otros, hay queevitar ponernos flamencos para que no nos manden a contárseloa Rita la cantaora. Pero si pedimos algo a coro, o nos escuchan, o nos podemos convertir en la voz que clama en el desierto yhasta nos acusarán de aburrir dando el motete. Es bueno quedarsecon la copla y no salir por peteneras para que nuestrocanto no suene a chino ni nos convirtamos en la voz de su amo.
Después de tanto cantar, debemos cuidar nuestra ropa, para que no cantemucho por inadecuada, y también la higiene, para que no noscanten los sobacos o lospies. Pero si lo que hacemos es cantar línea o bingo, eso es otro cantar, porque nospodemos llevar mucho dinero contante y sonante, tanto quecante (tiemble) el misterio. Y no podremos evitar la fama, seráun secreto a voces, porque quien lo difunda habrá echado el cascabel.
Hay algunas formas de cantar tienen fatales consecuencias. ¡Que se lo digan a los delincuentes la poca gracia que tiene el cantar ante la policía! No entendía don Quijote por qué uno de los galeotes iba a la cárcel por músico y cantor (había cantado en el potro de tortura), le había pasado lo mismo que al cuco: cantó el cuclillo y descubrió su nido.
Sino sabemos tocar, cantar… y solo somos unos cantamañanas, parano aguar la fiesta, siempre podemos dedicarnos a oír campanas, aunque no sepamos dónde. Aunque por el sonido las podamos encontrar, porque por el son se conoce la campana y el hombre por la palabra. Sin embargo,no faltará alguienque déla campanada, y será más sonada que la campana de Huesca. Eso sí, habrá que elegir, ya que no se puede repicar y estar en la procesión.
Ysi esas campanas no nos gustan, las podemos cambiar por otras más pequeñas,por el virtuosismo de alguiende campanillas, -no de cascabel gordo-, quesea capaz de poner el cascabel al gatoyque no le eche el cascabel a otrapersona, especialmente si es una mujer viuda, porque viudita sin majo, campana sin badajo.Las campanas de una espadaña...
Algunos instrumentos tienen poco reconocimiento en esta orquesta, si queremos usar la música para cazar, pues no se cazan liebres tocando almireces y tañendo cencerros no se cogen liebres ni conejos.
El baile es confrecuencia acompañante de la música y elcanto. Pero para bailar bien conviene entonar el estómago, porque la danza sale de la panzaCada uno baila al son que le tocan, pero a veces hay que bailarle el agua a alguien.A algunos les toca bailar con la más fea pero, ¡que les quiten lo bailao! Loque no queremos es el baile de cifras o de letras,o losbailes de fronteras. Tampoco nos gusta que, por ser muy nerviosos,digan que tenemos el baile de san Vito o que somos unos danzantes por serentrometidos y cizañar a otros metiendo los perros en danza, cosaque a veces deriva en bailes. Pero no queremos tener esosbailes conflictivos, sino participar en bailes acompasados y, según dicen, elmejor bailaor, sin castañuelas.
A veces los animales se unen a la fiesta. Nunca falta un sapo para que baile una rana y cuando el gato va a sus devociones, bailan los ratones y es que la música amansa a las fieras.
Tampoco faltan bailes que degradan a la mujer, puesa la mujer bailar y al asno rebuznar, el diablo se lo ha de mostrar,o al propio bailarín:hombre chiquitín, embustero o bailarín.
Pero como dicen que el mundo es un fandango, y hay que bailarlo(pues aunque no nos guste, ¡jódete y baila!),si no se nos da bien el fandango,toca la jota y vámonos, porqueseguimos con este baile de palabras, pero un baile más moderno, no delaño de la polca.
Si los instrumentos de nuestra orquestay el canto suenan desafinados, podemos optar por oír un disco, siempre que no suene comoun disco rayado y nos veamos obligados a cambiar de disco, paraque no nos manden con la música a otra parte.
Para volver a estar en armonía y que esto no sea solamente un zumba-zumba,antes de hacer mutis, reservamos para los bises una música especial, la músicacelestial, que escuchamos con especial deleite, para al final llegar ala conclusión de que es más grata cualquier música orquestal que la mejormúsica celestial.
Y llegados al final de este jacarandoso artículo, lo que diríaun argentino con andá a cantarle a Gardel, paranosotros es meter violín en bolsa e irnos,definitivamente, con la música a otra parte y poner sordinaporque, de lo contrario, si subimos el tono, confirmaríamos de forma definitiva que sí somos un país de charanga y pandereta.